El Baño de Marat
Vendrá mientras me baño.
Acometerá con furia sobre la
puerta que no necesitará abrir.
En mi tina, silbaré tranquilo y cuando me asalte, prepararé el mejor rictus de terror, o tal vez la honraré con un grito, mientras la daga cruce las fascias de mi cuello jacobino expuesto.
En mi tina, silbaré tranquilo y cuando me asalte, prepararé el mejor rictus de terror, o tal vez la honraré con un grito, mientras la daga cruce las fascias de mi cuello jacobino expuesto.
-¡Caín donde está tu hermano!-
maldita consigna que oiré antes de ser transfixiado por la nueva quijada del burro en las claras manos girondinas.
La luz desde la ventana izquierda me santificará,
dejando que la pluma, colgando de un hilo de mi sangre, rompa su punta sobre el piso.
La muerte me purificará, el paño sobre mi
cabeza me hará parecer casi una hermana religiosa.
Mi cara será la de un héroe en sueño indeleble, esperando que la formalina alcance las últimas arterias para disuadir a los mensajeros de la pudrición.
Nadie recordará la reluciente guillotina de Marat.
Mi cara será la de un héroe en sueño indeleble, esperando que la formalina alcance las últimas arterias para disuadir a los mensajeros de la pudrición.
Nadie recordará la reluciente guillotina de Marat.
Los hijos de los sin cabeza, asumirán que la muerte de sus madres fue
tal vez justa.
La gran mascarada recién se inicia.
La gran mascarada recién se inicia.
Juan del Camino
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