Un añoso Cupido,
tratando de vender matraces irrompibles, me lanzó dos puntas de sílex.
Un Querube,
desdentado y disléxico, al enunciar su trivia aptónima y de errónea resonancia,
me lanza al curioso laberinto.
Tratando de
volver a respirar, reconocí una de las vueltas de mi antigua cárcel
fractal.
Allí sin
poder escapar, tú y mi ego, blandiendo espada en combate a muerte,
Tú sangrando
mal herida, por la brutal e injusta pelea,
Atenea
arrastrándose, perdiéndose en el tiempo, llena de polvo y dolor,
Para luego
aparecer tres años menos joven, furibunda y sin ojos,
Con un gordo
sudoroso pisando los clavos de mis pies de ladrón bueno.
Y era la
noche y corrí con la manada de lobos.
Las huellas
de aquella vergüenza quedaron para siempre en el nuevo cemento.
Y un año mas viejo, pude salir
recién del laberinto, al destrozar mis alas de dédalo.
Hasta hoy,
que un imberbe ángel, me empuja al andén infinito.
Estoy de
pie, el tren se acerca, pero sé que la rabia, en dosis precisa, me devolverán a
estas
últimas
fiestas del año que recién comienza.
JUAN DEL CAMINO
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