Tuve once años y buscando
acortar un caluroso verano,
construía rostros en
los nudos de la madera del cielo raso,
y así, delimitado por
una capa de tierra que vencía la gravedad,
me hice descubridor
de un cuadrado anidado en la retícula de tablas.
Distraída en sus
quehaceres, me permitió hurgar la posibilidad de abrir aquella puerta
misteriosa.
Valiéndome de una escoba logré mover el picaporte,
Valiéndome de una escoba logré mover el picaporte,
quedando una lengua
cuadrada cimbreándose desde el techo,
solamente anclada en dos bisagras silbantes.
Para su sorpresa,
vencí el aparente insalvable primer escollo,
y luego le fue
imposible no acudir, desde la cocina, a esperar mis hallazgos.
Allí donde treinta
años antes,
tal vez por respeto
al nuevo marido,
tal vez por odio al
primero,
o solo en busca del
tiempo y la oscuridad del olvido,
guardó la última
traza de su cotidiana complicidad.
Apenas equilibrado
sobre un piso,
invadido de emoción
por lo desconocido,
encontré el cubo
alargado vestido de una gruesa capa de polvo y tiempo.
Con su ayuda lo
bajamos,
miré en su rostro tardío a la niña que vendía helados,
miré en su rostro tardío a la niña que vendía helados,
ella recordó el olor
de sus camisas planchadas al carbón.
Destrabé las aldabas,
para ser encandilado por
el brillo y la belleza
de aquella tubería
resonante, exiliada al entretecho.
Al tomarlo en mis
manos, el bronce del trombón relucía,
y ella tembló al ver
sus colores intactos,
inmunes a la lluvia y
los fríos.
Tal vez con la parca
mirada de la alguna vez joven viuda,
vio en mi mano
huesuda y frágil,
los dedos del difunto
instrumentista de su joven cuerpo,
tomo aire, delatando sutilmente
el inicial cariño y tal vez pasión por aquel gentil y risueño caballero vencido
por la asfixia cruel de la adicción,
Y así me dijo, que
estando bajo el parrón de la casa que construyeron juntos,
mi abuelo desplazaba
su piso siguiendo la sombra de la tarde,
mientras ella, con
pies livianos,
el delantal hecho un
triángulo, bailaba sola y le decía,
-Pedro, toque otra
vez “Sobre las olas”.
Juan del Camino
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agregue Aqui sus comentarios