miércoles, 20 de diciembre de 2017
Sobre las Olas
Tuve once años y buscando
acortar un caluroso verano,
construía rostros en
los nudos de la madera del cielo raso,
y así, delimitado por
una capa de tierra que vencía la gravedad,
me hice descubridor
de un cuadrado anidado en la retícula de tablas.
Distraída en sus
quehaceres, me permitió hurgar la posibilidad de abrir aquella puerta
misteriosa.
Valiéndome de una escoba logré mover el picaporte,
Valiéndome de una escoba logré mover el picaporte,
quedando una lengua
cuadrada cimbreándose desde el techo,
solamente anclada en dos bisagras silbantes.
Para su sorpresa,
vencí el aparente insalvable primer escollo,
y luego le fue
imposible no acudir, desde la cocina, a esperar mis hallazgos.
Allí donde treinta
años antes,
tal vez por respeto
al nuevo marido,
tal vez por odio al
primero,
o solo en busca del
tiempo y la oscuridad del olvido,
guardó la última
traza de su cotidiana complicidad.
Apenas equilibrado
sobre un piso,
invadido de emoción
por lo desconocido,
encontré el cubo
alargado vestido de una gruesa capa de polvo y tiempo.
Con su ayuda lo
bajamos,
miré en su rostro tardío a la niña que vendía helados,
miré en su rostro tardío a la niña que vendía helados,
ella recordó el olor
de sus camisas planchadas al carbón.
Destrabé las aldabas,
para ser encandilado por
el brillo y la belleza
de aquella tubería
resonante, exiliada al entretecho.
Al tomarlo en mis
manos, el bronce del trombón relucía,
y ella tembló al ver
sus colores intactos,
inmunes a la lluvia y
los fríos.
Tal vez con la parca
mirada de la alguna vez joven viuda,
vio en mi mano
huesuda y frágil,
los dedos del difunto
instrumentista de su joven cuerpo,
tomo aire, delatando sutilmente
el inicial cariño y tal vez pasión por aquel gentil y risueño caballero vencido
por la asfixia cruel de la adicción,
Y así me dijo, que
estando bajo el parrón de la casa que construyeron juntos,
mi abuelo desplazaba
su piso siguiendo la sombra de la tarde,
mientras ella, con
pies livianos,
el delantal hecho un
triángulo, bailaba sola y le decía,
-Pedro, toque otra
vez “Sobre las olas”.
Juan del Camino
sábado, 11 de noviembre de 2017
Tus campos me rechazan.
Me maldice la lumbre juvenil de tus esteros.
Tus hermanos me miran rencorosos porque soy un forastero.
Óscar Castro
Óscar Castro
Milvago Chimango (Tiuque)
Pájaros sobre Dalmacia
Y por la tarde fuimos súbditos.
Vimos encorvarse el día a través de la fina reja anticaídas.
Fuimos dos profesantes mirando a lo lejos,
esperando el grito desgarrador de las paradas nupciales.
Las batidas de las aves eran enormes,
y nosotros allí, cuerpo semiagachado,
cabeza arriba y ojos cerrados,
brazos descolgándose sobre los muslos,
escuchando el feroz combate que rayaba nuestro cielo próximo,
la voz desgarrada de un Milvago
Chimango presumiendo el triunfo estacional que le adueñaba de la joven
hembra.
Fue imposible evitar abrir los ojos para ver al triunfante
falcónido acercarse a dar la vuelta sobre su avión rozando desafiante nuestro
mirador del quinto piso.
El fin de los combates aéreos dio paso al verano, para así, multiplicar
nuevas aves rapaces indistinguibles de las anteriores.
El proceso fue imperceptible para el joven idólatra que, por
largos días,
a pesar de mi ruego, esperó sobre el balcón la fuerza de los
alaridos de nuestro Alter ego hasta dormirse con la postura de niño sacrificado
por los Incas.
Y así fue como inyecté al niño mi primera religión, aquella en la que
estoy proscrito,
La de los vasallos de cuellos gruesos y rojos,
La de las creyentes manchadas con las anilinas de las moras y el
maqui.
La de los siervos mutados en centauros que araban la tierra con su
zarpa,
La de las mujeres arrullando sus hijos envueltos en trapos,
La de los cursos de regadío interminables que perforé con mis
piernas.
Así conté a mi hijo, en mi antigua lengua de silencio y
monosílabos mi exilio de la tierra.
Juan del Camino
martes, 3 de octubre de 2017
Los caminos de la vida
no son como yo pensaba
como los imaginaba
no son como yo creia
los caminos de la vida
son muy dificil de andarlos
dificil de caminarlos
yo no encuentro la salida
(Vicentico)
Ellas vieron nuestro futuro
Colón con
Independencia. Once de la noche, mil novecientos noventa y tres.
Dos ágrafas hacían
guardia junto al semáforo. Sobre el muro una costra de carteles de conciertos,
mucha juventud celebrando los primeros años de la democracia. Los jóvenes lobos
provincianos celebrando su libertad ¿recuerdas?
Música y alcohol a
destajo. El retorno triunfal de la noche y las amanecidas. U2 a punto de romper
los vidrios de la roída sede Universitaria. Todavía la música resuena, también
la carcajada de su triunfo soterrado. Nos pondrían a trabajar duro en este dos
mil diecisiete. Música y alcohol a destajo.
Libertad y noche, no
más reglas ni garrotes.
Al llegar a la
esquina, una pre-púber nómade te cautiva. En diagonal, otro un año mayor, corre
llevándose el redondo tesoro para hacerla estallar en lágrimas, completando así,
su rústica ópera callejera.
-Dale tú otra una moneda- me dice una abuela
autoritaria
Te miro y la otra ya
te tiene contra la pared hablando en voz baja.
-No tengo dinero- le
digo.
-Yo leo mano gratis para ti por tu buen corazón-
insiste
Fuimos liberados,
llenos de insultos y advertencias a lo que replicamos con carcajadas enormes.
Quién cree en
maldiciones. Fuimos lobos inmortales.
Ellas
vieron nuestro futuro y no las escuchamos.
Juan del Camino
martes, 4 de julio de 2017
El Baño de Marat
Vendrá mientras me baño.
Acometerá con furia sobre la
puerta que no necesitará abrir.
En mi tina, silbaré tranquilo y cuando me asalte, prepararé el mejor rictus de terror, o tal vez la honraré con un grito, mientras la daga cruce las fascias de mi cuello jacobino expuesto.
En mi tina, silbaré tranquilo y cuando me asalte, prepararé el mejor rictus de terror, o tal vez la honraré con un grito, mientras la daga cruce las fascias de mi cuello jacobino expuesto.
-¡Caín donde está tu hermano!-
maldita consigna que oiré antes de ser transfixiado por la nueva quijada del burro en las claras manos girondinas.
La luz desde la ventana izquierda me santificará,
dejando que la pluma, colgando de un hilo de mi sangre, rompa su punta sobre el piso.
La muerte me purificará, el paño sobre mi
cabeza me hará parecer casi una hermana religiosa.
Mi cara será la de un héroe en sueño indeleble, esperando que la formalina alcance las últimas arterias para disuadir a los mensajeros de la pudrición.
Nadie recordará la reluciente guillotina de Marat.
Mi cara será la de un héroe en sueño indeleble, esperando que la formalina alcance las últimas arterias para disuadir a los mensajeros de la pudrición.
Nadie recordará la reluciente guillotina de Marat.
Los hijos de los sin cabeza, asumirán que la muerte de sus madres fue
tal vez justa.
La gran mascarada recién se inicia.
La gran mascarada recién se inicia.
Juan del Camino
lunes, 3 de julio de 2017
"Hay puñales en las sonrisas de los hombres;
cuanto más cercanos son, más sangrientos“ William Shakespeare
Proditores Factos
A los que disfrutaron el salpicar de
la sangre de César.
Los que vieron su líquido rubí oxidar
la toga colgada en la puerta de la Curia
Pompeii.
A ti y tus hermanos, los que
comparten la sangre maldita del espurio Marco Junio Bruto.
A los que miraron, en el reflejo de
sus ojos, las múltiples estocadas del magnicidio atemporal.
Los que bebieron su silencio de
horror y sorpresa cuando era alzado, como un títere, por los puñales de la
envidia y la inseguridad.
Aquella arandela de lobos, que
inhalaron el aire para disfrutar su ahogo infinito y ver, muy de cerca,
penetrada su frente por el haz de luz que cayó desde el zenit romano.
Sin duda alguna, seguirán avanzando, vencerán.
El odio y la intriga es fuerza
descomunal.
¡Embriagaos de este triunfo precario
bestias engendradas al oeste del Mare
Nostrum!
Prevalecerán ustedes, por muchos días,
hasta que una tarde caminando arqueados por los años, atestados de conquistas en
las recónditas tierras bárbaras, observen perplejos venir, no sé de dónde, una
manada de otros Brutos a regar la nueva tierra con su sangre.
Juan del Camino
Juan del Camino
martes, 11 de abril de 2017
110417
Cuando en algunos años más leas el
frío protocolo de mi desconexión,
sabrás que hay cosas para los que
aparentemente no fuiste preparado.
Pensarás -como resuelvo este dilema-.
Estoy ahí, he sufrido, tal vez mucho
o poco,
pero te aseguro, no te servirá oír en tu cabeza a Catón el viejo diciendo –Carthago
delenda est-,
ni te servirá pensar en los leones de
la puerta de Ishtar,
ni en las lecciones del
hispanoamericano, donde siempre me llevaste por
adelantado.
Contra lo que yo pensaba, en ese
entonces, no te servirá la conjugación del verbo “sein”,
tampoco los estados de la materia,
tampoco la melancolía iterativa del piano de Satie,
tampoco la melancolía iterativa del piano de Satie,
tampoco estarán tus compañeros del
colegio acomodado.
Estaremos solos, tú y yo, frente al
protocolo.
Hoy al leer esta carta recordarás
aquel Abril soleado de tu 17 (2017 por supuesto),
con algunas hojas siendo molidas por
tu bicicleta.
Hoy recordarás, cuando esté sumergido
en mi cerebro reptiliano,
el día que fuimos a buscar rutas por Eliodoro Yáñez girando a Román Díaz,
salías de la esquina, a toda
velocidad, para frenar al final de la cuadra al escuchar mi silbido.
Hoy entenderás que ese día te amé, aunque no
alcancé a decírtelo (la carrera era muy intensa).
Hoy podrás tomar la decisión recordando
el último día que anduviste con las rueditas auxiliares de la bicicleta.
Juan del Camino
Juan del Camino
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